Thiis iis më

Mi foto
Indestructiblemente, rota.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Mini Autobiografía

"No es tan sencillo, descubrirme lentamente, aceptar lo que yo soy, amarme a mi, desatarme."


Despertaba, lentamente a la oscuridad de esta temprana mañana, reconocía mi respiración, mis latidos, y me di cuenta, verdaderamente, que estaba viva, que mi cuerpo yacía inmóvil en la cama, y mis ojos se abrían aún cansados a la palidez del techo.

Fue entonces, cuando me dio por recordar, recordar como fui niña y pronto crecí, recordar que tuve años, que los cumplí hasta llegar al día de hoy, para dar en cuenta, que hoy es el momento que más importa, aquí mientras recuerdo.

Visualicé, tiempos en los que jugaba con mi abuelo, a los piratas, a los indios, que bailábamos y cantábamos, no había cansancio, todo era alegría y diversión, tenía yo sólo dos años, pero está presente en mi memoria, dejó huella de la felicidad que viví, hasta el día en que murió.

Los tres, lo cuatro, los cinco, no son años provechosos, son años olvidados, retratados en algunas fotografías de esas que se guardan bajo llave, son momentos oscuros, borrosos, como si nunca hubiesen existido. Los seis, son el año de segundo de primaria, sí, lamentablemente tuve que vivir adelantada a lo que “debería ser” gracias al trabajo de mis padres, o repetía tercero de kínder, o falsificaban mi acta de nacimiento. Ya saben lo sucedido.

Las relaciones sociales que implican la primaria, la secundaria y la preparatoria siempre han representado un verdadero reto para mí, muchas heridas se abrieron, muchas heridas dejaron cicatrices, otras cerraron y comenzaron a desaparecer. Nunca me sentí “parte” de algo o de alguien en sí, nunca me fusioné con las demás personas, siempre fui un ente, que jugaba y contaba para los grupos, alguien que escuchaba lo que los demás decían, que les veía y a veces se conmovía de sus formas de actuar, que reía al compás, que vagaba por los pasillos, existía en una butaca, la ocupaba, pero sólo era una niña, era un nombre para las maestras, un nombre mencionado de manera honorífica, que cumplía con las tareas, que sacaba 10, pero que no era la mejor.

Indiferente, un individuo más en el mundo, ¿Qué se siente sentirse en el medio?, que no eres la mejor, que no eres la peor, que no eres “buena” en algo porque no puedes hacerlo excepcional, que no tienes más fracturas que otros, que no nunca ha tenido ninguna, que no es la mejor escribiendo, que desgraciadamente sabe escribir, que no tiene los mejores gustos musicales, que no conoce a todos los músicos, que no conoce a sólo uno que nadie más lo haga, que no tenga más de algo o menos de todo, que no es gorda, que no es flaca, ¿Qué se siente descubrir que no eres nadie?, ¿Qué puedes no existir y no afectarás más que a un .10% de la población del mundo?, ¿Qué se siente pensar en la muerte como una vida alterna, y en la vida como una muerte lenta?, ¿Qué se siente tan siquiera imaginarlo?. La verdad se siente estúpido.

Porque después te das cuenta que todos sufrimos absolutamente de lo mismo, que no eres la única con el problema, sin embargo esto representa otro riesgo, si te estancas en creer que ni siquiera a eso puedes aspirar, a ser la única con problemas, digamos “existencialistas”, o avanzas frente a eso, y te das cuenta que a pesar de todo, vives, se te ha otorgado ese privilegio, y lo que te queda, en lugar de lamentarte, es disfrutar, lo que tienes, lo que eres y a lo que se te ha permitido acceder como vivencias, como el día a día.

De alguna manera, encontré a un hombre, un hombre que  apenas un muchacho me hizo “descubrir” el amor, me adentró en él y en lo superficial de sus sentimientos, me envolvió con sus palabras, y me desechó con el tiempo. Este hombre, es hasta ahora, uno de los que más ha influenciado en mi vida después de mi padre, porque con él, aprendí a crecer, y no porque me haya enseñado a crecer, sino porque tuve que hacerlo, tuve que, para poder salir de él, para librarme de cadenas que yo misma me había puesto, para encontrar mi amor, regresarlo a la realidad y dejarlo expresarse de verdad.

El hombre, tenía un nombre, o creo que aún lo tiene, mas no significa nada, tenía una esencia partida, incompleta, porque no había podido encontrar la propia y se adueñó de cierto modo de la mía, la hizo suya, sin embargo, le displacía, entonces la arrojaba por algún rincón para ir en busca de una nueva, para al final dar en cuenta que no era lo que quería, que prefería la mía. Pero no prefería la mía, no prefería la de nadie, porque esa parte perdida, yace inconsciente en algún lugar de su alma, sólo que no le halla, no le encuentra, y por eso busca desesperado fuera de él alguna que le complete y le haga sentir mejor.

Yo, me infiltré en su pobre realidad, me hice parte de él cada vez que lo deseaba, le complací hasta ver desvanecidas todas mis energías, me entregué, para luego reconocer, que yo no lo necesitaba, que él era quien me exigía de vuelta, que era su realidad más no la mía, que mientras yo acomodaba las piezas para que él fuese enteramente él, yo perdía libertad, perdía mi esencia por apostarla a la suya.

Por otro lado, aunado a este, surgían nuevos problemas, problemas ya existentes que yo no reconocí hasta el momento que la tragedia sucedía, que la muerte se plasmaba frente a mí, que me recorría fríamente, y me decía que podía, si quería, llevarse a la mujer de mi vida.


Sin consciencia propia, ha caído, desde un gran puente hacia el vacío, se ha perdido en el aire; por unos segundos desconoció su propia existencia, no supo porque caía, no supo su nombre, no supo el mío. Poco menos de media noche y entramos a un hospital, ella, derramaba sangre, sangre de su alma, se encontraba despedazada, tantos huesos, tantos días. Mas volvió, volvió para decir que no quería estar ahí, para decir, que volvería a hacerlo hasta lograrlo.

Papá, sentía el miedo, vivía con miedo, de encontrarse en una situación parecida, ¿Cómo podría verla, sin espíritu, sin sentido?, ¿Cómo podría hablarle sin encontrar respuesta? Se armó de un valor imprescindible, de un corazón partido pero fuerte, y le dijo adiós.
La vida ahora, tiene sentido de alguna manera, he crecido, he madurado, soy capaz de darlo todo, de amarme y de amar a alguien, de escuchar, y de escucharme a mí, de saber que necesito libertad, mas quiero alguien con quien compartirla, que necesito una conversación, pero alguien bueno con quien mantenerla, que no soy una isla, que no soy un ente, que puedo vivir para mí y para los demás, para lo que amo y lo que me apasiona.

Soy, y ese es el punto, éste momento, este segundo y el que viene tras de él, esto que poseo, que no es mío, mas por ahora lo poseo, le observo, le moldeo, le recuerdo. Es este momento.


Después de darme cuenta, que el silencio se había hecho eterno, que la oscuridad aún no desaparecía, me dieron ganas de llorar, por haberme sentido de nuevo, de reconocerme como persona viviente, de aceptarme como un ser que ha crecido y que lo seguirá haciendo, sin embargo, tome dichos recuerdos y los guardé bajo mi almohada, levanté las cobijas que me bridaban calor, y salí de nuevo hacía el mundo, para vivir lo que me tocaba del día, para empezar de nuevo en esa mañana, para que al volver el vacío y la oscuridad regresara, a ese encuentro, donde los sueños, la vida y la memoria, se hacían realidad.



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