Thiis iis më

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Indestructiblemente, rota.

sábado, 23 de marzo de 2013

Sucedamos

"Somos nuestra palabra favorita, la excusa de siempre, el pretexto constante, necesario. La nada."

Vine a decirte que no, o a decirte que sí.
O tal vez vine a decirte un tal vez, que te supiera a la mejor respuesta,
a la mejor pregunta.
Vine porque somos en secreto una nada descosida
Un encuentro de caricias

De manos,
que nunca se tocan.

Vine a decirte que quiero que me sucedas
aquí en la lluvia
O en la primavera.
Que me sucedas en lo hondo que nos da cabida
para querernos, o para dejar de hacerlo.

Ven, dime que vienes y que te irás después
O iré quizá yo para seguir enrejando los deseos

Para caernos una y otra vez;
pero juntos, en la cama.

martes, 19 de marzo de 2013

Infinito; socorro.

Infinito,
        Socorro.

Aves se cuelan entre los destellos de un caleidoscopio;
Carcajadas se oyen;
Plumas caen de los edificios;
Corazones laten; dormidos.

Negro,
        Grito en auxilio.

Los corredores se visten de focos intermitentes;
Líquidos, lúgubres;
Abro los ojos a un deseo;
Se pudre, se muere.

                                                               Osadía,
                                                                       Sus manos inmaculadas.
                                 
El coraje se disuelve en un beso cansado;
Suenan teléfonos, campanas;
Ruidos de cualquier ferrocarril;
Barcos varados, infiernos.

Sabe la luz aprovecharse de tu cuerpo;

                            Y la lluvia;

                                              de la muerte.

lunes, 11 de marzo de 2013

Las comas se hicieron para no cansarnos al hablar. (El olvido)

Para Pablo, que en su boca se me escriben todas las inspiraciones, y el viento se las entinta.

Comerse el alma de un bocado y dejar de ser para saber a lo que sabe la inexistencia, los teléfonos sonando en busca de un cuerpo, una boca que no sabe hablar, y una oreja que les escucha gemir dentro de las cabinas, y los pavimentos que se ciernen al sabor de las huellas, de los pasos, al vestigio de los otros caminos que han sido pisados, a la indolencia de la apatía de un recuerdo mutilado y una memoria que padece la peor de las enfermedades, la del olvido.

Desgarrarse en la tragedia y triunfar, finalmente, en el ocaso del desahogo de un saber que se ha perdido. Se quiebran los cristales y se rasga con la luz del advenimiento, la esperanza cruje aullando en minusvalía y descontento pero se mantiene en pie, pasiva, esperando a la eternidad o al menos al invierno que viene, disfrazado de ella.

Me ven los árboles y se desvisten, voltean sus ramas hacia mi vestido y me levantan las faldas curiosos, entretenidos. Cogen el baile del viento como a las alimañas les gusta coger del lodo para revolcarse. Se ríen y me escalan de a hormigas el morbo y las ganas de poder comerme el alma y atragantarme de la tuya y de la de los árboles.

Hemos ido a esconder tras el vaho de la neblina de las montañas todas las puestas de sol que quisimos y que pudimos acumular, y las bocanadas de la noche en la ciudad nos recomendaron ya no enfermar y comenzar a escribir historias con la ceniza de los cigarros y con la saliva que se nos escapa de cuando en cuando de los labios en el inmenso papel de lunares de alguien a quien, certera y posiblemente, podemos amar, para que seamos ejemplo y rebeldía, para contarnos las letras y ya no derramarnos, estúpidos, en el naufragio.

domingo, 3 de marzo de 2013

El ansia de no volver a despertar

"¿Y si mañana ya no hay tiempo?"

Estaba cansada, sumida en la cama intentando soñar. Y no soñaba; ni siquiera podía cerrar los ojos y dibujar las alas de las aves que le gustaría ser para volar. Sus pies estaban fríos y sus rodillas se le quebraban en el colchón; se levantó para ponerse las botas y caminar hasta el balcón, el frío era insoportable y hacia danzar a las ventanas, retumbaba por todos lo cristales, gritando, mullendo al silencio, apresando su corazón.

Era una de esas noches que no dan para pensar, ni para crear mundos alternos, ni para imaginar que la vida no viene sino que va, ni para dormir, ni para morir, ni para soñar, una de esas noches que sólo le consume las estrellas a la eternidad, le crea los castañeos de dientes a los latires de todas las palabras que se quedaron por decir, le rompe la piel a las cobijas y le habla a todas las cosas por su nombre, las seduce y las desnuda, y se quedan en la nada y en la vergüenza, tras la mirada negra de la luna.

-No tengo a donde ir, si no es contigo.
-Eso es absurdo, si me amas puedes vivir sin mi.
-Pero no quiero vivir sin ti, ni siquiera quiero intentarlo.
-No me importa, yo ya no puedo, y sé que es egoísta, lo siento pero adiós.

La lluvia parecía emitir el sonido de una risa, una ligera carcajada que gustaba de pegarle en las mejillas sus tintineos de burla. Entonces volvió a la cama, cerró los ojos y empezó a soñar; gavilanes volaban junto a ella, la noche le abrió paso a un cielo color de rosa, a nubes blancas que le dejaban atravezarlas, a cortinas de agua que ya no se mofaban, y a los vientos que dejaban de correr y de zumbar, a los vientos que ahora le rodeaban para flotar y le dejaban quedarse ahí, en el alba infinita.