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domingo, 3 de marzo de 2013

El ansia de no volver a despertar

"¿Y si mañana ya no hay tiempo?"

Estaba cansada, sumida en la cama intentando soñar. Y no soñaba; ni siquiera podía cerrar los ojos y dibujar las alas de las aves que le gustaría ser para volar. Sus pies estaban fríos y sus rodillas se le quebraban en el colchón; se levantó para ponerse las botas y caminar hasta el balcón, el frío era insoportable y hacia danzar a las ventanas, retumbaba por todos lo cristales, gritando, mullendo al silencio, apresando su corazón.

Era una de esas noches que no dan para pensar, ni para crear mundos alternos, ni para imaginar que la vida no viene sino que va, ni para dormir, ni para morir, ni para soñar, una de esas noches que sólo le consume las estrellas a la eternidad, le crea los castañeos de dientes a los latires de todas las palabras que se quedaron por decir, le rompe la piel a las cobijas y le habla a todas las cosas por su nombre, las seduce y las desnuda, y se quedan en la nada y en la vergüenza, tras la mirada negra de la luna.

-No tengo a donde ir, si no es contigo.
-Eso es absurdo, si me amas puedes vivir sin mi.
-Pero no quiero vivir sin ti, ni siquiera quiero intentarlo.
-No me importa, yo ya no puedo, y sé que es egoísta, lo siento pero adiós.

La lluvia parecía emitir el sonido de una risa, una ligera carcajada que gustaba de pegarle en las mejillas sus tintineos de burla. Entonces volvió a la cama, cerró los ojos y empezó a soñar; gavilanes volaban junto a ella, la noche le abrió paso a un cielo color de rosa, a nubes blancas que le dejaban atravezarlas, a cortinas de agua que ya no se mofaban, y a los vientos que dejaban de correr y de zumbar, a los vientos que ahora le rodeaban para flotar y le dejaban quedarse ahí, en el alba infinita.

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