Thiis iis më

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Indestructiblemente, rota.

domingo, 24 de febrero de 2013

Sus papás le pusieron Salma

"El problema de todo lo que nos acontece es que uno debe aprender a aceptar sus limitaciones, hay cosas que podemos hacer y cosas que no podemos hacer. Y cuando elegimos hacer todo aquello que no podemos por simple orgullo, entonces sucumbimos, y el delirio nos alcanza, y las noches ya no son suficientes para llorar; porque ya nadie nos escucha si les pedimos a gritos que se largaran."

Tenía 19 años, tenía las faldas repletas de hombres que le seguían y los tacones llenos de calles nuevas por pisar. Tenía la sonrisa de todos los sueños que le faltaban por cumplir y el llanto encerrado en el oscuro rincón de su alcoba.

Todo ya se quebraba, en silencio, como algunos cerros que se desgajan poco a poco por las lluvias, todo ya estaba en lodo, pero aún parecía que sobrevivía.

Algunas veces el delirio la alcanzaba en medio del crepúsculo de las 12, le daba por rajarse las venas para luego llamar y pedir auxilio. Se le daba dejar de comer. Se le daba dormir esperando no despertar.

Otras veces la gente sabía mentir y disimular ante su locura, sabía quererla con la hipocresía del no meterse con aquellas personas que hacen daño, aquellas personas que quizá no vivirán más allá de lo que imaginan.

Las noches de pronto se volvieron días, ojos que lloraban al lado de una niña que sólo quería comer. Ojos que veían a un marido próximo, a un mejor amigo convertido en compañía para todo lo que resta. Una boda, un silencio, un llanto nuevo.

Tenía 39 años y la historia se repetía, pero como todas las historias que se repiten, cuando se vuelven a contar se distorsionan, se aumenta el caos; y el tiempo.

Seguía llevando faldas, pero la sangre ya no le corría buscando por auxilio, los tacones se le quebraron en el suelo cuando a ese gran puente le dio la luz del alba, a la vida se le olvidó que tenía que llorar por ella, a ella se le olvidó que ya nadie quería salvarla.

Un divorcio, dos silencios, el llanto de siempre.

Hay almas que les gusta estar en el constante flote, pero no saben,
pobrecillas no saben, que existe la gravedad. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Feliz

Nada tuve que ver, era un diciembre de esos que se parecen a todos, las mismas nieblas, los mismos ciegos.  Estábamos allí los dos, tú circundante y decidido, callado, observando. Yo no hacía más que parlotear al crepúsculo que nos precedía, lo contemplaba detrás de aquellas ventanas, le suspiraba y era feliz.

Un segundo de miopía y de estar alerta, un taladrante sonido de desmayo, mi corazón rodó cuesta abajo, posándose en el suelo mirando a la nada. ¿Qué harás entonces? Preguntó, ¿Qué harás ahora que yo no quepo en tu pecho? Estoy confundido. No sé que haré, no sé qué haré, y por un momento creí pertinente poner mi pie sobre él y escucharlo hacerse trizas. Inspirada por mi crueldad y por mis ganas de ahogo, sabía que él ya no iba a sufrir, sería el alma de aquél pobre corazón volando por el aire, sonriendo por su libertad. Pero no me dejó, me miró con la sangre repleta en llanto, volvió a hablarme. Sé lo que estás pensando, y sé que tienes razón, pero aún podemos ser libres los dos y puedo yo volver a mi lugar, a donde pertenezco, contigo. No hice más que mirarlo, atónita; ¿Otra vez? ¿Vamos a intentarlo, otra vez? No, no corazón estoy harta, estoy harta de sentir y que todo se acabe, estoy harta de volar con unas alas prestadas o con unas alas rotas. ¿Quién te dijo que vamos a volar? No vamos a volar, porque el hombre no fue hecho para volar, vamos a caminar, tú y yo, de la mano de alguien más.


La voz de la profesora retumbó en mis oídos, seguía hablando de las partes que conformaban el oído, no me prestaba atención ni yo a ella, la luz del sol de medio día se colaba por la amplia ventana del salón, los árboles dibujaban una bella fotografía en mis ojos. Los miré, me desentendí de las voces que me rodeaban, los contemplé llenándome de todo lo que había ignorado, lo que había olvidado que estaba ahí. Cerré los ojos e imaginé a mi pobre corazón, suplicándome, creyendo aún en mí. Suspiré.

Entonces supe que era feliz. 

viernes, 1 de febrero de 2013

Fría como el viento

"Amaba sin amar, besaba porque sí, tomaba de la mano de quién sabe quién, vivía sin soñar, era un caballo sin domar."

Hay un silencio que no cambiaría
El silencio de su corazón latiendo en la lejanía.
Silencio es, porque no ha podido mi oreja pegarse en su pecho
Silencio no por ausencia, silencio de espera, de futuro.

Hay almas que nunca amaron en este silencio
Almas frías, como el viento.
Almas que se perdieron en el aire correteando a otros silencios
Silencios que correspondían a otras bocas.

Amor, hay.
Amor que nunca ha muerto
Porque sólo ahora ha encontrado la oportunidad de nacer.

Esa palabra, que no he pronunciado
Que no ha sentido más allá de la obsesión
Esa palabra que ahora calla para dejar sentir
Al tiempo y a sus ojos, sus ganas, su misterio.