"Todo lo que te he dicho, es verdad, pero la verdad no es suficiente, no es, ni claramente, una pizca de lo que deberían saberte mis silencios. No, y digo que no porque los "sí" ya te los he dado todos, y no me queda nada más que la verdad y un disfraz de una mentira, que usaré para mañana."
Igual y el silencio no sabía, que queríamos ser invierno; y ahogarnos en una pasión delirante, cóncava.
Una pasión que no sabía más allá del deletreo de los días, más allá del impulso que deviene del saber que después de dormir, me llamarías.
Una pasión que se esconde tras de los velos de luto, de las muertes de tu cabello en la almohada.
Se extingue el fuego de tus ojos, tras las lluvias que, inminentemente, caen sobre tu suelo, y se acaban.
Igual y el silencio quiso sentarse a observarnos desfallecer, lánguidos y caídos, buscar por el piso los restos de todos los pasados, estallarnos las venas con los vidrios rotos de nuestros corazones, cansarnos de morder los mismos labios, los nuestros.
Vernos deshacer todos los lazos que en un tiempo nos quisimos anudar a las muñecas, ahora los rompemos, para colgárnoslos al cuello.
Y esperar morir, aún juntos y despreciados, escupidos y malogrados.
Esperar una muerte que ya llevamos a cuestas, una muerte que venimos buscando flotando sobre los bancos, una muerte que ya nos venía desgarrando la carne, que siempre nos ha seguido; yo no sé para qué tanto la andábamos buscando.
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