Thiis iis më

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Indestructiblemente, rota.

sábado, 25 de abril de 2015

Dejar ir

Aprendí a dejar ir antes de aprender a tener.

Había entre todas las manos ese vaivén resbaladizo,
sabía bien que todo comenzaba para detenerse,
tres segundos al viento y allá va
todos los días dejaba de pronunciar un nombre.

Perder a quien no se ama, también es perder.

Los archivos muertos deben guardarse en algún lado
y creo que ya he llenado un cajón de servilletas,
hojas sucias que relatan, lo que pudo ser historia.

Muchas de las veces se me coló el tiempo
entre aprender a soltar y aprender a no mirar
había segundos que parecían later
como si no renunciaran a vivir en el olvido
todos los días pensaba si sus nombres cabrían en las yemas de mis dedos,
en la planta de mis pies,
o en la punta de mis cabellos.

Aprendí a dejar porque no estuve nunca segura de querer tener
de poder tener
la posesión es anticuada para la gente que exige pensar fuera del extremismo
nunca es tuyo ni tu propio cuerpo
y la piel ajena se presta por un capricho.

Saber dejar es siempre la mejor respuesta inclusive a la peor pregunta
para no leer fe de erratas
para no morirte con ellos
para que se mueran sin ti.

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