Yo no sé de qué trate certeramente eso del amor y la mariconería, dice él, de sentir que la carne se convierte en otra cosa más parecida al latido de tu última muerte, y los ojos que se abren tras el orgasmo infinito.
Pero tú, cabes dentro del sin embargo que siempre dejo para el final y un punto que no dice nada, porque sabe bien que allí no acaba y sólo se disfraza de sueño para contarme meses después la historia: Amantes que convienen dentro de la intensidad de la piel, usurpando en el tiempo la mirada y el silencio, aquél que explota cada vez que se tocan.
Descubrí que después de siempre, nunca es demasiado tiempo. Y ya te extraño, por lo pronto y todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjame tu alma