"Estaba allí, lo sé, seguro pasó frente a esta sucia reja y pensó en mi, un flash, un pedacito del cielo que dije que tendría. Seguro que después resolvió que no valía más la pena. Porque al final no valió la pena, ni para él, ni para mí."
Te enseñé, ciegamente, a comerte la vida de un solo bocado, a poder decir te amo, a poder saborear las noches, los labios, la música.
Te enseñé a contar historias, a callar las que no tenían sentido. A oír, mas no supe como enseñarte a escuchar.
Te enseñé de mi valentía falsa, de lo eterno de los silencios, de las manos que pueden tocar lo que sea sin sentir nada. Te enseñé como se siente estar en el infierno, en un infierno muy bien disfrazado de cielo.
Te enseñé a esconderte, a reír, a recordar cosas que no deberías de haber recordado. A decir cosas que no quería yo saber.
Te mostré que nada importaba, sólo el momento, nada, ni siquiera yo, ni tú, ni él, ni nadie.
Te enseñé a decir con las peores palabras lo que querías que lo demás supieran. Te enseñé a gritar.
Y perdóname amor mío, no quise, no fue con intención. Si bien yo nunca debí haber llegado a tu vida, nunca debiste aprender de mi, que yo sólo te di a probar de cristales rotos y dije "mirad, que bonito se siente que duele, que bonito se siente estar mal".
Perdóname amor, amor que nunca fuiste, amor que supe mentirte tan bien, tal vez de eso igual ya aprendiste.
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Déjame tu alma