Pálido y callado
derrumbado
hórridamente quejoso y sin palabra
y sin aliento
como al tiempo que en el tiempo de la lluvia se ha mojado
y se ha secado, evaporado, esparcido en el oxígeno del aire
del que daba vida al fuego; y ya no más.
Acábate, fallece
fenece
muere en el silencio y sin noticia
entre tierras y gusanos que crecen alimentándose de tu partida
púdrete en la agonía y el pesar del lodo que se cuela entre el estigma de tu espalda
de tu interminable calma;
el ácido quemar de los derrames tristones de los ojos que te vieron
tomar café
bañarte
sonreír, alguna vez.
Rompe conmigo de nuevo
para darte por muerto,
que más vale lidiar con un muerto
que con aquél que aún respira
que aún camina en la cabeza.
Para que la llaga de tu ausencia no arda más en mi pecho,
no arda jamás ya la espera,
ni aquél fuego que creyó la posibilidad de ser contigo algún día,
lo que el pasado maldito
me hizo creer que sería.